iglesia emanuel 12 de octubre
Es una iglesia de las asambleas de Dios levantada gracias al poder de Dios.
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sábado, 14 de mayo de 2011
Por amor a los justos
Obrar con justicia nos da el privilegio de ser escuchados por el Señor e interceder por nuestra familia y nuestra nación
La justicia es un valor importante para Dios, por eso, nos recuerda en Isaías 3:10-11que a los justos les irá bien y los injustos recibirán paga por su obras. Todos, justos e injustos trabajamos y recibiremos el fruto de la obra de nuestras manos.
En Génesis 18:16-31 leemos cómo Abraham “negoció” con Dios para evitar que destruyera la ciudad de Sodoma. Lo primero que vemos es que el Señor reconocía a Abraham como un hombre justo que enseñaría lo bueno y correcto a su descendencia. Eso le mereció la promesa de ser padre de una gran nación, además del privilegio de conocer los planes de Dios y poder interceder por los habitantes de esa ciudad. Cada vez que le enseñas a alguien a ser justo, nuestro Padre se alegra y te haces merecedor de la bendición que ha prometido.
Hace poco, cuando enseñé sobre la obligación que tenemos de servir al Señor sin condiciones, confiados en que Él nos dará justa recompensa, me sentía feliz porque podía ver la sonrisa de Dios, viendo que Sus hijos aprendían sobre la justicia que cambiaría sus vidas. Retoma el camino correcto, reconociendo que Él es justo. Confía en que Él obrará sin condiciones. Si has actuado con justicia, tu recompensa vendrá sin que la pidas.
Además, dedícate a enseñar sobre la justicia a tus hijos, en tu familia, en tu grupo en casa porque de esa forma te haces merecedor de Sus promesas. Dios te bendecirá porque serás de influencia para que otros cambien sus acciones y tomen el camino de la verdad.
En la historia de Abraham, podemos ver que inició una negociación con Dios pidiéndole que perdonara a Sodoma por amor a los justos que vivieran allí. Y el Señor le escuchaba y aceptaba, aunque Abraham poco a poco fue disminuyendo la cantidad de 50 a 10 justos, porque se daba cuenta que realmente no había muchos hombres buenos en esa ciudad. Finalmente, sólo Lot se salvó, pero Dios estaba dispuesto a perdonarlos porque los justos son agradables a Sus ojos. Abraham había encontrado la fórmula para mover el corazón del Padre.
Tomemos esto en cuenta porque un justo provoca salvación para toda una nación. Dios detiene Su ira por amor al justo. Una familia, una empresa, un país se levantarán gracias a los justos que el Señor encuentre allí, así que actuar con justicia es beneficiosos para ti y para quienes te rodean. Un impío, es decir, un hombre soberbio, egoísta e injusto no podrá ser intercesor y es de maldición para su pueblo, por el contrario, un hombre justo es alegría y salvación para los suyos (Proverbios 29:2).
El clamor por justicia es ancestral y ha marcado el historia de la humanidad. En la parábola de la viuda que acude a un juez, vemos que ella insistía por obtener la justicia que deseaba. Tanta fue la necedad que su petición fue atendida por ese “juez” malvado y necio. Entonces Jesús dice que más aún debemos esperar justicia de Dios quien es juez por excelencia y sin duda atenderá a los que le pidan sin desanimarse (Lucas 18:1-8).
El ruego insistente de la viuda es similar a nuestra oración constante. Así que la lección es orar sin desfallecer. Clamar de día y de noche es la fórmula para obtener justicia. Si una viuda colmó la paciencia del juez injusto más aún, tu oración moverá al Señor. Pídele que te enseñe a clamar sin descanso.
La parábola termina preguntando si habrá fe en la tierra porque nos hemos acomodado tanto a soportar un sistema de injusticia, que hemos perdido la esperanza y desconfiamos de todo. La maldad de los hombres nos impide ver la obra del Señor pero actuar así es incorrecto porque nada debe alejarnos de Su presencia y entibiar nuestra fe. La Palabra dice que por la maldad de algunos, el amor de muchos se enfriará.
Cuídate de no perder tus virtudes por obra de los defectos de otros. Aunque alguien te haga daño, continúa siendo noble, humilde y generoso. Rompe la cadena de maldad e inicia una de bondad que contagie a otros. Y recuerda que tu virtud más grande debe ser confiar en Dios quien nunca falla. No seas injusto apartándote de Él por lo que otros te hagan. Ninguna circunstancia o persona debe alejarte de tu Padre quien hará justicia si le demuestras fidelidad.
La fe es nuestro capital más grande. Entrega tu país en Sus manos y verás que todo cambia. Ora, intercede, clama de día y de noche para que haga justicia en nombre de Jesús y nos de la paz que tanto necesitamos.
En Génesis 18:16-31 leemos cómo Abraham “negoció” con Dios para evitar que destruyera la ciudad de Sodoma. Lo primero que vemos es que el Señor reconocía a Abraham como un hombre justo que enseñaría lo bueno y correcto a su descendencia. Eso le mereció la promesa de ser padre de una gran nación, además del privilegio de conocer los planes de Dios y poder interceder por los habitantes de esa ciudad. Cada vez que le enseñas a alguien a ser justo, nuestro Padre se alegra y te haces merecedor de la bendición que ha prometido.
Hace poco, cuando enseñé sobre la obligación que tenemos de servir al Señor sin condiciones, confiados en que Él nos dará justa recompensa, me sentía feliz porque podía ver la sonrisa de Dios, viendo que Sus hijos aprendían sobre la justicia que cambiaría sus vidas. Retoma el camino correcto, reconociendo que Él es justo. Confía en que Él obrará sin condiciones. Si has actuado con justicia, tu recompensa vendrá sin que la pidas.
Además, dedícate a enseñar sobre la justicia a tus hijos, en tu familia, en tu grupo en casa porque de esa forma te haces merecedor de Sus promesas. Dios te bendecirá porque serás de influencia para que otros cambien sus acciones y tomen el camino de la verdad.
En la historia de Abraham, podemos ver que inició una negociación con Dios pidiéndole que perdonara a Sodoma por amor a los justos que vivieran allí. Y el Señor le escuchaba y aceptaba, aunque Abraham poco a poco fue disminuyendo la cantidad de 50 a 10 justos, porque se daba cuenta que realmente no había muchos hombres buenos en esa ciudad. Finalmente, sólo Lot se salvó, pero Dios estaba dispuesto a perdonarlos porque los justos son agradables a Sus ojos. Abraham había encontrado la fórmula para mover el corazón del Padre.
Tomemos esto en cuenta porque un justo provoca salvación para toda una nación. Dios detiene Su ira por amor al justo. Una familia, una empresa, un país se levantarán gracias a los justos que el Señor encuentre allí, así que actuar con justicia es beneficiosos para ti y para quienes te rodean. Un impío, es decir, un hombre soberbio, egoísta e injusto no podrá ser intercesor y es de maldición para su pueblo, por el contrario, un hombre justo es alegría y salvación para los suyos (Proverbios 29:2).
El clamor por justicia es ancestral y ha marcado el historia de la humanidad. En la parábola de la viuda que acude a un juez, vemos que ella insistía por obtener la justicia que deseaba. Tanta fue la necedad que su petición fue atendida por ese “juez” malvado y necio. Entonces Jesús dice que más aún debemos esperar justicia de Dios quien es juez por excelencia y sin duda atenderá a los que le pidan sin desanimarse (Lucas 18:1-8).
El ruego insistente de la viuda es similar a nuestra oración constante. Así que la lección es orar sin desfallecer. Clamar de día y de noche es la fórmula para obtener justicia. Si una viuda colmó la paciencia del juez injusto más aún, tu oración moverá al Señor. Pídele que te enseñe a clamar sin descanso.
La parábola termina preguntando si habrá fe en la tierra porque nos hemos acomodado tanto a soportar un sistema de injusticia, que hemos perdido la esperanza y desconfiamos de todo. La maldad de los hombres nos impide ver la obra del Señor pero actuar así es incorrecto porque nada debe alejarnos de Su presencia y entibiar nuestra fe. La Palabra dice que por la maldad de algunos, el amor de muchos se enfriará.
Cuídate de no perder tus virtudes por obra de los defectos de otros. Aunque alguien te haga daño, continúa siendo noble, humilde y generoso. Rompe la cadena de maldad e inicia una de bondad que contagie a otros. Y recuerda que tu virtud más grande debe ser confiar en Dios quien nunca falla. No seas injusto apartándote de Él por lo que otros te hagan. Ninguna circunstancia o persona debe alejarte de tu Padre quien hará justicia si le demuestras fidelidad.
La fe es nuestro capital más grande. Entrega tu país en Sus manos y verás que todo cambia. Ora, intercede, clama de día y de noche para que haga justicia en nombre de Jesús y nos de la paz que tanto necesitamos.
viernes, 13 de mayo de 2011
MENSAJES
El valor del trabajo
Trabajar con esfuerzo y dedicación, pensando en el bien común es una bendición.
Por: Pastor Raúl Marroquín
Fuimos hechos a Su imagen y semejanza, es decir que tenemos ADN celestial. Desde este punto de vista, también vemos el trabajo como bueno porque el mismo Dios trabajó para crear todo lo que existe. Además, Génesis nos relata que el Señor nos hizo para multiplicarnos y ejercer autoridad sobre lo creado(Génesis 1:26-28), es decir que nos encomendó una tarea. Recibirás todo lo bueno y agradable cuando comprendas el verdadero valor del trabajo. En ese momento, Dios te dará más trabajo y podrás aprovecharlo buscando en bien común.
Veamos que según la Palabra, luego del pecado de Adán y Eva, la maldición cayó sobre la tierra, no sobre el hombre y su esfuerzo (Génesis 3:17-18). Algunos mal interpretan la Escritura diciendo que Dios maldijo el trabajo porque Adán, desde entonces, debía sufrir para producir su alimento, pero no es así. Antes del pecado, la naturaleza funcionaba a favor de Adán que guardaba el Edén, labraba y la tierra producía (Génesis 2:15), pero cuando cometió pecado, es la tierra la que cambia y él debe luchar contra los elementos naturales para producir su alimento. Dios no maldice el trabajo porque Él es un trabajador.
Luego del pecado de Adán, nuestra herencia es esforzarnos para obtener las bendiciones del Señor. Tu trabajo, sin importar cuál sea, te traerá alegría y prosperidad, a menos que sea algo ilegítimo, fuera de Su voluntad. Si lo que haces está lleno de los principios de Dios, tienes un trabajo “amal”, es decir legítimo, bendecido, de acuerdo a tu llamado y Su propósito. Ese trabajo transformará tu esfuerzo en frutos agradables y en oportunidad para bendecir a otros, no lo dudes.
Todos trabajamos, la diferencia es con qué actitud lo hacemos. El esclavo obtiene frustración, pero el buen trabajador obtiene satisfacción. Si te quejas por todo y ves que no avanzas, vives al día como un esclavo, no das la milla extra, tal vez no te estás dedicando a tu llamado y no estás cumpliendo el propósito que Dios tiene para ti. Procura tener una actitud de trabajador “amal”, legítimo, comprometido y con actitud de servicio porque la recompensa se hace palpable con más trabajo que provee gozo.
La Palabra nos aconseja que hagamos nuestra parte: trabajar con esfuerzo y dedicación porque sólo de esa forma, estaremos listos para que Dios haga Su parte y nos permita disfrutar con gozo de los frutos de nuestro trabajo, dándonos riquezas y bienes (Eclesiastés 5:18-19).
Gózate en tu trabajo y hazlo bien. Prepárate, busca la excelencia en lo que haces y verás que tu actitud y futuro cambian. No puedes decir que no te gusta tu trabajo si lo haces mal y con desgano. Para ver buenos resultados, debes buscarlos con esfuerzo. Dedicarte a lo que te brinde satisfacciones personales es la forma de echar a andar el círculo de bendición. Un salario nunca pagará tu felicidad y realización personal.
Realízate en lo que haces, esa es tu parte, la parte de Dios, es bendecirte y lo hará si eres un trabajador legítimo, no un esclavo. El Señor puede hacer que te goces aunque el trabajo sea difícil, también te dará riquezas y honra, esa es Su promesa. Agrada al Señor con tu trabajo, asume una actitud de servicio y verás que las cosas mejorarán. La naturaleza dejará de funcionar en contra tuya y todas las cosas obrarán para bien.
Dale gracias al Señor por tu trabajo y por las bendiciones que te ha preparado. Declara que disfrutarás ejecutando la obra que te encomendó, prométele que te esforzarás para Él y para Su reino. Demuestra que eres hijo de Dios, por eso, trabajas con calidad, excelencia e integridad como Él te enseñó con Su ejemplo.
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